Los Medios Masivos de Comunicación en la construcción tanático discursiva en tiempos de pandemia
Martín Bruni
El marco de la pandemia del Covid-19 que nos atraviesa a gran parte de las regiones del mundo, los Gobiernos Nacionales han optado, algunos más tarde que temprano, en disponer de lo que conocemos como “aislamiento social obligatorio” y por otro lado, para las personas que puedan ser potencialmente portadoras y transmisoras del virus la “cuarentena obligatoria”.
Dichas medidas se dieron en un marco global de avance casi incontrolable del virus con la consecuente avalancha de contagios y muertes de personas bautizadas como “población de riesgo”.
Prendemos la televisión y observamos, sin descanso, como los noticieros vomitan estos hechos evidenciando que el tratamiento de la información no hace más que vender horror y la desesperación del personal de salud al no poder revertir el desenlace exquisito del que se alimenta la caja boba. No hace más que dar un recorrido por los escombros que va dejando el virus, aparecen camiones militares cargando cajones de muertos, como si se tratase de un desfile tanático – disciplinario al que el invisible enemigo les ha arrebatado el último aliento.
Claro está que las diferentes redes sociales colaboran en la promoción acrítica de esos multitudinarios asesinatos biológicos, o en términos biopolíticos de esos sujetos que no han respetado el aislamiento y las medidas de higiene, los desobedientes.
De este modo, el poder disciplinador de los medios masivos de comunicación nos somete, cual megáfono en los campos de concentración, a mirar en mundo desde el padecimiento irreversible y catastrófico, que lejos de funcionar como un elemento estratégico contraofensivo al virus; construye miedo, ideas de desesperanza, resignación y estigmas tanto de los que han viajado a un lugar “peligroso” como a los trabajadores de la salud que algunos malos vecinos los han amenazado con el fin de echarlos de su “fortaleza”.
Queda en evidencia que la dinámica social del virus reproduce viejos esquemas de pertenencia y exclusión; en el marco de una división cuasi servil entre “personas esenciales” (que sostendrán la vida) y las “no esenciales” (que constituirán la masa humana a salvar).
Dentro de la mencionada división se reproducen lógicas que invisibilizan diferentes actores del campo de la salud en particular y de otros campos en general. El trabajo social como profesión disciplinar eminentemente interventiva dentro del funcionamiento institucional, queda relegada a un plano meramente administrativo o en el peor de los casos a un corrimiento de tareas asistenciales, sin la posibilidad de plantear otros tipos de abordajes. Actualmente colegas de diversos espacios profesionales han manifestado al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires su disconformidad y preocupación frente a la falta de cuidados tanto para lxs usuarixs como para lxs trabajadorxs.
Categoría de Riesgo en la Pandemia y sus implicancias sociales: el paso del panóptico al sinóptico como forma de control social
Algo que nos trae la pandemia y las agencias de salud son conceptos técnicos que poseen un valor político fundamental para la toma de medidas gubernamentales; conceptos que, cual hojas secas en las veredas otoñales, se han instalado en nuestra interrumpida cotidianeidad, las vemos, las pisamos, las corremos, formamos pilas de ellas para prenderlas fuego y hacer una fogata que anuncie algo nuevo.
Escuchamos a politicxs, infectologxs, epidemiologxs, medicxs internistas, emergentologxs, biologxs y hasta brujxs que hacen mención conceptos tales como: desastres, catástrofes, sanacion planetaria, elevación de la conciencia, urgencias, caso sospechoso, cuadros febriles, contagio, caso autóctono, contacto estrecho, caso importado, SARS-Cov-2, MERS, población de riesgo, barbijos, medidas de higiene, vector, respirador artificial, entre otras más. Junto con las palabras han aparecido documentos y recomendaciones de organismos oficiales y fake news sobre procedimientos que colaborarìan con frenar la comprensión y expansión del virus. En el teléfono de cada uno de nosotrxs encontramos una multiplicidad de imágenes que arman un collage tragicómico de la situación actual que lejos de esclarecer tiende a obturar el pensamiento y confundir sobre lo que se aconseja hacer.
En definitiva, la población en general va aprehendiendo sobre la marcha que estrategias en salud son convenientes, en un clima de certezas con fechas de vencimiento, que nos coloca posiblemente en una actitud hiperalerta y desconfiada de lo que sabemos. Tal es la multiplicidad de palabras que un documento reciente, subido a internet por el Ministerio de Salud de la Nación Argentina refiere el significado de cada una.
Una de las palabras que se han reinstalado en el cotidiano es la categoría de “riesgo” centrado en el segmento poblacional a proteger. De este modo, se apela al cuidado de todxs lxs cuidadanxs, desde una conducta individual de solidaridad ya que se ha observado en Argentina que la principal vía de contagio es de persona a persona y además, de sectores externos a la población de riesgo.
Pues entonces, si un sujeto porta el virus y se encuentra asintomático es factible que contagie a alguien que sí pueda morir, entonces el riesgo no lo «posee» un grupo de personas específico sino que se encuentra inserto en una actitud o conducta individual con implicancias sociales. El problema radicaría en negar el elemento de socialidad que poseemos.
Me parece crucial en estos tiempos reflexionar sobre las implicancias de este concepto, ya que a lo largo de las disciplinas científicas y religiones ha configurado un ordenador de conductas que tendieron a una idea de cura o salvación divina basada en construcciones de normalidad. De ahí que el fumar sea perjudicial para la salud o la función regulatoria de los Diez Mandamientos.
Llegamos a este punto de discusión, no por una arborización de pensamiento pandémico, sino para decir que la categoría “riesgo” en las ciencias sociales y en los campos de intervención social, reconstruye analíticamente escenarios y conductas de vulneración críticas en base a multiplicidad de discursos legales, institucionales, morales, culturales, teóricos; a su vez, es asimétrica y performática en cuanto a que designa una ruta institucional de tratamiento a los problemas sociales y sufrimiento psíquico.
De ahí que el término “familia no continente”, “conducta antisocial”, “adicto”, “madre abandónica / entregadora” cierren el sentido del padecimiento y de lugar a respuestas institucionales predeterminadas; cual efecto contagio.
Desde un plano analítico entendemos que la categoría riesgo en salud/salud mental asume diversos sentidos en base a lo que puede y no puede ofrecer la institución como estrategia de “cura” / “protección” así como las valorizaciones teóricas (multidisciplinarias) que cada profesional logra disputar en la toma de decisiones sobre la persona en riesgo.
Cómo ejemplo de este doble carácter de la categoría de riesgo: lo institucional y lo profesional me pregunto cómo pensar el riesgo en pacientes de salud mental en el actual contexto, si el hecho de no tener conciencia sobre los cuidados pueda ser motivo de una internación o si la negligencia de los padres frente al cuidado de sus hijxs exponga a las personas mayores convivientes a contraer el virus. Les dejo está pregunta: ¿El Covid-19 suma complejidad a la toma de decisiones en base a las problemáticas sociales críticas?
Otro elemento constitutivo de la categoría riesgo es tipo de moral burgués, oculto bajo “tradiciones científicas”, hegemoniza masivamente las prácticas interventivas y las reproduce acríticamente, perdiendo la singularidad de lxs usuarixs. De ahí que el eslogan “quédate en casa” se adecue al “quédate en tu barrio”, entendiendo que el aislamiento y la permanencia en la casa de los sectores populares o las víctimas de violencia no promueve bienestar y seguridad para el sujeto. Otro ejemplo de la reproducción moral del riesgo han sido los ejercicios del poder policial diferenciado según la pertenencia al sector socioeconómico que se trate. Podemos decir que el uso del concepto riesgo es disciplinador y funcional al orden existente reproduciendo injusticias sociales y las violencias.
Según la Dra. Eugenia Bianchi (2012) los cambios estructurales en el paradigma biomédico y de la salud son parte del resultado de la medicalización de la vida cotidiana y las nuevas tecnologías de diagnóstico. Para la autora, lo mencionado “configura complejos conglomerados de factores abstractos e indicios cuya co-ocurrencia produce un riesgo. Este cambio de eje inaugura nuevas fórmulas de gestión de poblaciones, enmarcadas en modos de gobierno específicos.”
De este modo, la categoría riesgo se utiliza como parte de una estrategia de salud frente al sufrimiento psíquico y la vulnerabilidad social o puede servir, también, como una tecnología de gobierno para el control de la población sobrante, que discipline a los cuerpos, mediante el uso de categorías que le validen la prohibición de circulación social.
Es decir, tanto en salud mental como en el campo de las infancias o en el de la diversidad sexual el devenir histórico marcó diferencias abismales en cuanto a la respuesta estatal y jurídica. Lo que antes sostenía el modelo del patronato de la infancia hoy el modelo de protección integral lo invalida. Y así podemos seguir con diversos ejemplos que no tienen que ver con el campo de las problemáticas sociales; por ejemplo en las prácticas médicas, con el desarrollo de las modernas tecnologías de diagnóstico lxs sujetxs pueden optar por hacerse preventivamente intervenciones quirúrgicas por presentar altos niveles de contraer cierta enfermedad.
La doble moral del Covid-19: persecución o cuidado
Abrimos entonces un debate sobre la medicina preventiva y los posibles corrimientos de lógica al mundo de lo social. El aislamiento surge como medida de los Gobiernos de carácter irrestricto para prevenir la enfermedad, pero no sabemos con certeza que eso la detenga o la elimine.
No estoy sugiriendo abandonar la medida (que parece ser exitosa para fines de limitar la expansión del contagio) sino para pensar en estas tecnologías de gobierno y en su connotación para la vida social.
Podría pensarse que hay una vuelta a la idea que “lo privado/la casa” sea un dispositivo de prevención en salud negando tantas realidades de sujetxs que viven sistemáticos maltratos y vulneraciones dentro de éstas. Será tarea nuestra como Trabajadores Sociales poder pensar en este contexto alguna intersección posible que reúna la prevención del Covid-19 y la protección social.
Los medios masivos de comunicación oscilan entre mostrar los desfiles mortuorios y las personas que no cumplen el “aislamiento social obligatorio”, justifican así la fuerza policial y la mirada hacia el otro como causante de todos los males; construyen el show del pánico, delictivizan los comportamientos del sector trabajador y muestran las preocupaciones de alguna estrella de televisión.
La opinión pública, generada por aquellos, alimenta la doble moral Covid-19: en el reconocimiento / aplauso a los-médicos y el rechazo a que vivan en el edificio.
La pandemia pone en tensión el modo de relación social existente, no sabemos qué pasará con las políticas y economías mundiales, pero sí podemos afirmar que ha generado (entre otras cuestiones relevantes) un freno en la actividad económica mundial de la mano de una multiplicidad de palabras que nos marcan conductas preventivas y de riesgo.
Sumado a la moral Covid-19 (reconocimiento y rechazo) aparecen palabras que conforman una nueva capa geológica de sentido social por la que estamos todxs atravesadxs y que justamente esa imaginaria igualdad ante el virus, despierta pensamientos defensivos, miedos y conductas de expulsión. En un video reciente de la actriz Verónica Llinás parodiaba a una mujer explotadora que chatajeaba a su empleada doméstica para que no la abandone argumentando que solo puede contagiarse de Dengue y no de Covid-19 porque es una enfermedad de ricxs.
Si bien el sketch plantea una supuesta visión clasista del virus observamos cierto dinamismo social en la pertenencia una u otro segmento: entre consumidor y ciudadano, entre sujetos inmunes y sujetos munes, entre población de riesgo y población transmisora, entre cuarentena y aislamiento, entre contagiados y no contagiados, personas exceptuadas y no exceptuadas, con factores de riesgo leves a graves…
Dichos binarismos designan posiciones, valorizaciones, representaciones en que la sociedad menciona a sus individuos. De este modo, todxs entramos en un segmento de población que potencialmente podría pasar a ser otro: de estar aislado a en cuarentena, de no estar contagiado a estarlo, de estar inmune a ser población de riesgo.
Para la persona en condiciones de trabajar, la línea entre lo sano y lo enfermo es muy delgada, ya que la dinámica de contagio y las precarias condiciones de cuidado en el trabajo interpelan estos binarismos. Observamos en las redes sociales como lxs enfermerxs de Hospitales de CABA exigen elementos de protección personal básicos para realizar su trabajo.
El concepto de riesgo asume una dimensión política administrativa en cuanto al acceso de los recursos, se estará en mayor o menor riesgo de acuerdo a la disponibilidad de éstos.
A su vez, las estrategias de prevención del Covid-19 pone en tensión el espacio profesional dentro de las instituciones como fuera de éstas; ya que entra en cuestión las estrategias interventivas que hemos desplegado históricamente en la resolución de problemáticas.
Luego del aislamiento social y la posible extensión de la cuarentena, no sabemos cómo seguirán funcionando las instituciones y que tipo de prestación se podrá otorgar. Lo que sí podemos intuir es que las problemáticas sociales se agudizaran para algunxs sujetxs ya que gran parte de las personas han discontinuado tratamientos/seguimientos, las demandas espontáneas han achicado su horario de atención o hasta cerrado y las escuelas sólo ofrecen tareas (y algunas comida).
Es decir, estamos viviendo una expansión de la categoría de riesgo que modela nuestro andar por el mundo, hay momentos en donde pienso que estamos exiliados de nuestra propia cultura, algo de lo que veníamos haciendo se detuvo y se nos dice que tenemos que tomar conductas para evitar el contagio. Nuestro propio cuerpo, el de lxs usuarixs y el de nuestrxs compañerxs de trabajo pueden enfermarnos.
El discurso médico nos pide que actuemos en base a actos de distancia, aislamiento, cuarentena, “lavado de manos” para achicar “riesgos” presuponiendo unx sujetx capaz de disponer de esos recursos simbólicos y económicos para tal fin, y el que no se adapte a ello le cae la sanción disciplinante.
Siguiendo la idea del corrimiento de la lógica médica a lo social habrá que ver qué modelado a la subjetividad traeran esas medidas, es decir si acaso reforzará conductas individualistas y de fragmentación social o ayudará a emerger actos de solidaridad comunitaria y reconocimiento a las “actividades esenciales”.
Para ir concluyendo, retomo una cita de Castiel y Alvarez-Dardet Diaz (2010) quienes problematizan el perfil de la salud preventiva, expresando que posee una finalidad persecutoria, moralista, clasista y fuertemente vinculada con el sistema capitalista “Será que cada vez más se concebirá la idea de salud a partir de la noción de seguridad, y que será mediada por ejercicios de autovigilancia? (…) en el sinóptico, muchos observan pasivamente a pocos y se autocontrolan por efectos de demostración y el convencimiento (…) la culpabilización se constituye en un factor persuasivo de control sinóptica. Convivimos actualmente con profusas mezclas sinopticas-panópticas de vigilancia”.
Es decir, según los autores estaríamos experimentando el pasaje de un control central hacia la población, cual panóptico foucoultiano, al control del uno a uno.
Será parte de nuestra tarea problematizar sentidos morales represivos que quieren (re)instalarse en la sociedad, las conductas propias de una subjetividad individualista provenientes del sistema neoliberal y situar la categoría de riesgo en torno a los determinantes y condicionantes sociales de la población en perspectiva del respeto por los derecho humanos y la singularidad de lxs sujetxs; fortalecer la dimensión del cuidado, desde la perspectiva social (en colaboración con otros discursos), como fuerza que contrarreste al virus.
Bibliografía:
Bianchi, Eugenia (2012). El problema del riesgo. Notas para una reflexión surgido de la usina genealógica en torno al concepto de riesgo en salud mental. Espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica No 7 – 2012: 84-97. ISSN 1669-8517
Castiel, Luis David y Carlos Alvarez-Dardet Díez (2010). La salud persecutoria: los límites de la responsabilidad. Lugar Editorial